Su máquina registradora es una caja plástica de herramientas. Jesús González, un venezolano barbudo, de 44 años, la abre bruscamente, sentado tras una vidriera atiborrada de comida frita en el restaurante Las Palmas del centro de Maracaibo, en el estado venezolano de Zulia.

En ella, se entremezclan un rollo de cinta adhesiva blanca, cuatro billetes de bolívares venezolanos y tres dólares estadounidenses.

El hombre, encargado del local, extrae el dinero, manosea las divisas extranjeras, sentado en su banquillo con una amplia sonrisa, mientras atiende a una clienta.

Obtuvo los billetes extranjeros gracias a la venta de seis pastelitos de queso y sodas, a tres clientes distintos en las primeras horas del día.

“Acá se está moviendo mucho la venta en dólares”, refiere desde su puesto, jovial, a las 12:30 del mediodía, reseñó la Voz de América (VOA).

Y es que todo el estado se encuentra prácticamente dolarizado y el bolívar, desplazado.

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